Hace dieciséis años...
Existían los colectivos 506, 508, 518, 520 y 561, unos cuantos eran todavía Mercedes 1114, y otros –que por entonces se veían flamantes– eran los frontales, los que quedan ahora. En esa época, el Peso convertible recién se estrenaba, no había máquinas expendedoras de boletos arriba de los micros, y los billetes que circulaban todavía eran de Austral. Creo recordar que el boleto salía por entonces unos 40 centavos de peso/dólar, o sea unos 4000 Australes, así que los colectiveros manejaban pilas de billetes para darte un ínfimo vuelto, mientras uno rezaba para que le tocase el boleto capicúa. De las líneas provinciales (202, 214, 273 y 307), la que se llevaba todos los laureles era la 307 con sus choferes (la palabra colectivero es vulgar para los conductores del 307 de aquella época), llevaban hasta corbata, manejando relucientes unidades. Las verdes narices del 273 –a la sazón Expreso City Bell– se veían hasta en la sopa, junto con sus mil y un ramales que al día de hoy no logro comprender. De las municipales, el 508 –Transporte 9 de Julio– era el que más relucía (digamos que con modernas carrocerías Ottaviano Hnos., algunos con puerta central, y pocos 1114). Las demás, lucieron por muchos años las particulares trompas de los 1114.
Para ir a Buenos Aires no había autopista, y casi monopólicamente había que ir con el Río de La Plata (o línea 129), que se tomaba su tiempo. Creo que el precio del viaje rondaba los dos mangos. Por entonces también aparecía algo de competencia, Costera Criolla, que proponía un servicio más caro, un tanto VIP, con asientos reservados, horarios fijos y micros modernos. El Roca, que por entonces estaba recién privatizado o a punto de privatizarse, no era todavía una opción “segura” para ir a la capi –lo sería más tarde en pleno apogeo del menemato–. La terminal de ómnibus era horrible aquellos días.
Hoy, un sistema de transporte urbano destruido, con unidades que rondan los 16 años o más (¿no era que más de diez años no podía circular un bondi?), con un fallido SUT, con frecuencias horribles, con recorridos extraños, el sistema de transporte público platense es vergonzoso. Deciséis años después, las cosas están, en términos absolutos, en peor estado. A Buenos Aires se va por la autopista, hay dos compañías, relativas buenas frecuencias y variedad en precios, se ahorra un poco de tiempo, pero no tanto, el Roca no parece ser la opción más segura. Hoy la terminal de ómnibus está más o menos (peor es nada).
Hace dieciséis años...
Un montón de calles de La Plata eran de adoquines, incluida Diagonal 74 –al menos entre 19 y 31–, y el flamante intendente se aprestaba a echarles a la mayoría una capa de asfalto encima. Cómo olvidar la ciudad en obras de asfaltado por todos lados y los carteles de empresa “Balpala” (contratista de la mayor parte de las obras, me pregunto de qué amigo habrá sido).
Hoy, las calles están en estado de mantenimiento precario, no es un desastre pero no reluce. Hay que reconocer que unas cuantas avenidas mejoraron con sus bulevares centrales, pero suena a poco para dieciséis años, especialmente porque ya hace mucho que se detuvo ese ímpetu modernizador inicial.
Hace dieciséis años...
La Plata era una ciudad mugrienta, los residuos los recolectaba una empresa que se llamaba Transportes Nueve de Julio. Pero yo no le prestaba atención a la mugre (tal vez me parecería natural).
Hoy, La Plata sigue siendo una ciudad mugrienta, pero está plagada de cínicos carteles que rezan “La Plata, Ciudad Limpia”, con surrealistas paisajes de bolsas de basura rotas junto a ellas.
Hace dieciséis años...
Los coches tenían las patentes viejas con la letra de la provincia y el número de patente, que para la B ya iba por los dos millones y pico. Pronto se cambiaría todo al sistema actual de tres letras y tres números.
Hoy todavía hay coches circulando en La Plata con patentes viejas (a pesar de ser ilegal circular con ellas hace más de una década).
Hace dieciséis años...
Había en La Plata jacarandáes y yo no los veía.
Hoy están los mismos, pero yo les presto atención.
Hace dieciséis años...
La catedral no tenía torres, y la idea de que las tuviese sonaba a uno de esos mitos de “dicen que las van a hacer pero nunca las hacen”.
Hoy la catedral lleva ocho años con torres.
Hace dieciséis años...
La Plaza Moreno no se había llenado con Fito Páez ni con Soda Stereo.
Hoy no sé si se llena ni con quién.
Hace dieciséis años...
Se podía entrar al Bosque por 60 y 120.
Hoy no se puede, tal vez para bien, pero no se puede. La dinámica de cruzar el bosque rápido llegando a 1 y 52 al toque desapareció.
Hace dieciséis años...
El Teatro Argentino era una horrible mole brutalista de cemento abandonada con una maqueta sobre la calle 51 que tampoco se esperaba que jamás se inaugure.
Hoy el Teatro Argentino es una horrible mole brutalista de cemento inaugurada hace unos varios años (aunque creo que no terminada).
Hace dieciséis años...
Las torres gemelas de La Plata me parecían altas.
Ahora me parecen bajitas.
Hace dieciséis años...
SEGBA daba sus últimos suspiros y se privatizaba como EDELAP, lo propio hacía Gas del Estado (diputrucho mediante) y se transformaba en Camuzzi Gas Pampeana. Obras Sanitarias de Buenos Aires nos traía el agua y se la llevaba en forma de deshechos cloacales, decían que nos iban a cobrar el agua con medidor. Un día reventaba un transformador acá a la vuelta y estábamos dos días sin electricidad.
Hoy EDELAP y Camuzzi siguen ahí pero OSBA se privatizó como Azurix, y ahora lleva cuatro años bajo el estatal nombre de Aguas Bonaerenses, y seguimos sin tener medidor de agua. Hoy no sé qué pasa si revienta un transformador.
Hace dieciséis años...
Telefónica de Argentina llevaba un par de años a cargo del monopolio de la ex ENTel por estas latitudes. Mi teléfono era a disco, pero estaba en una de las dos únicas centrales digitales que ENTel había llegado a poner en La Plata. Una era la 25, en la central Rocha, y la otra la 53, en la central Tacuarí. Aunque olvidate del marcado por tonos, estaba desactivado por defecto. Existían algunas BBS que yo no conocía, y comprar un módem era algo caro, y un lujo si iba más allá de los 2400 bps. Prometía Telefónica en su stand en América'92 (expo que dio inicio al barrio de Puerto Madero en Buenos Aires para celebrar los 500 años de la llegada de Colón a América) instalar servicios adicionales como desvío de llamadas, conferencia entre tres, llamada en espera. Entre los techies hablábamos de que algún día todas las líneas serían ISDN y lograríamos la friolera de 128 kbps. Un par de años más tarde, a un teléfono te lo llegaban a arreglar en tres o cuatro días.
Cuando yo hablaba de algo de telecomunicaciones y las PCs era un nerd. Los teléfonos celulares eran carísimos y eran del tamaño de ladrillos, un lujo de empresarios monopolizado por Movicom, además, no salían de las grandes ciudades.
También era importante tener la guía telefónica en casa. La guía de La Plata tenía una foto de Plaza Moreno con la catedral sin sus torres (faltaban siete años para que se construyeran sus torres).
Hoy ya hace más de una década que no queda una central que no sea digital. Telefónica sigue siendo un monopolio de hecho y es más ineficiente que en aquellas épocas, llevo 12 días sin tono en mi teléfono. Existe esa cosa llamada Internet, no sé qué ADSLs de cuántos megas hay, pero de un orden de magnitud más que aquellos ansiados 128 kbps y el ISDN virtualmente no existe. Pasaron en el medio las BBS, el boom .com, y ahora la web participativa. Hoy todo el mundo tiene PCs, todo el mundo tiene bichitos tipo iPods, y las cosas por las que yo era un nerd hoy son cool. Qué le vamos a hacer, los vanguardistas somos unos incomprendidos. Los teléfonos celulares los tienen hasta los chicos en las escuelas, hay más teléfonos celulares que líneas fijas y probablemente un número considerable de líneas celulares activas sobre el total de habitantes, son baratos de comprar aunque un poquito más caros de lo que debieran para hablar. Movicom no existe más, hoy Telefónica tiene la mayor parte del mercado de celulares.
Las guías telefónicas son resabios del pasado, tanto que la de La Plata 2007 tiene una foto de Plaza Moreno con la catedral sin sus torres (a pesar de que hace ocho años que se inauguraron).
Hace dieciséis años...
Yo tenía hacía un año una XT de 1 MB de RAM, monitor monocromático de rayos catódicos, y creo que 4 MHz de procesador, y ni bien caí en La Plata le puse un disco rígido de 20 megas que compré y me instalaron en Citarella. La única comunicación posible con otra máquina eran los disquetes de doble densidad de 360 KB.
Hoy estoy en el mismo lugar físico de La Plata, en el mismo escritorio y en el mismo enchufe, con una notebook Dell Core 2 Duo, con un disco rígido de 160.000 megas, 2000 MB de RAM, un procesador dual de 2000 MHz, un monitor plano de cuatro mil millones de colores. El disquete se reemplazó por una lecto-grabadora de DVD de hasta 9.000.000 KB y además puedo comunicarme inalámbricamente hasta con 54 Mbps y con cable hasta 400 Mbps.
Hace dieciséis años...
Asumía un nuevo intendente, Julio Alak. Decían que era del interior, joven y emprendedor.
Hoy se va Julio Alak, luego de unas dos gestiones activas y dos en las que no hizo nada. Con un promedio de gestión de regular para abajo, se va por la puerta de atrás, tras su fracaso por quedarse para completar 20 años de mandato.
Hace dieciséis años...
El Pincha en su cancha y el Lobo en la suya. Un proyecto de Estadio Único techado digno de Arabia Saudí que al igual que el Teatro Argentino y las torres de la catedral, nunca nadie pensaba que se terminarían. El Lobo no tenía campeonatos de Primera.
Hoy el Pincha y el Lobo juegan en el Estadio Único, a medio terminar sobre aquel suntuoso proyecto, pero inaugurado hace cuatro años. Ambos, cómo no –no se puede ser racional en el fútbol–, quieren volver a sus estadios. El Lobo sigue sin campeonatos de Primera (salvo por la Copa Centenario), el Pincha tiene un campeonato más (aun habiéndose ido un año a la B). Además, el Pincha ya tiene un 7 a 0 histórico sobre el Lobo que llevará tiempo olvidar.
Hace dieciséis años...
Empezaba a estudiar en una facultad, en una carrera que prometía y que era relativamente nueva (faltaba un año para que salieran los primeros graduados), me parecía que no me recibiría nunca. También había un decano que llevaba un par de años y que prometía ser joven y emprendedor.
Hoy ya llevo casi diez años de graduado, hasta fui profesor de 300 alumnos de esa carrera. La calidad académica es mejor, pero no lo suficiente para los años que pasaron. La facultad tiene el doble de superficie techada que antes pero académicamente no creció el doble en calidad. El decano de aquellas épocas sigue allí, el director de departamento y unos cuantos de los profesores de aquella época (de los buenos, y de los malos).
Hace dieciséis años...
Conocía a quienes luego serían mis mejores amigos.
Hoy con algunos de ellos no me veo hace años, mi gran amigo Hernán ya no está más, y con otros –cada uno con su propia vida– nos juntamos anualmente.
Hace dieciséis años...
Ni se me ocurría que había un mundo más allá de Argentina.
Hoy debo reconocer que tengo un 5% de gallego, una visión del mundo bastante distinta, y amigos por todo el globo.
Hace dieciséis años...
En los seis departamentos de mi edificio vivíamos 12 personas. Yo era el recién llegado.
Hoy viven permanentemente 7, sólo una de ellas de aquéllas 12, y una no había nacido aún. Yo pasé de ser el novato a ser el tercero que más años ha pasado acá entre los que quedamos. Dos de esas 12 personas están muertas.
Hace dieciséis años...
Un pibe estaba llegando a esta ciudad desde un pueblo del interior a estudiar. También hace 16 años un pibe en ese pueblo estaba naciendo.
Hoy el pibe que estaba naciendo en aquellos días está pensando en venir el año que viene a estudiar a La Plata.
Hace dieciséis años...
Yo era otro.
Hoy soy el mismo.