sábado, mayo 27

¿Naciste en 1980?

Desde el jardín de infantes, y hasta la mitad de la escuela primaria tuve una cosa clara: el mundo se acabaría en el año 2000. ¡Qué injusto! –pensaba–, ¡he nacido para vivir sólo hasta los 26 años! (que en esa época parecían muchos). A pesar de ello algo en mí me decía que sería una vida corta, lo que convertía al hecho en una verdadera cruz con la que cargar.

Resignación y coraje; aprendí a vivir con esa especie de espada de Damocles que pendía sobre mí, en la que ese único y fino pelo de crin de caballo se cortaría, inexorablemente, en el año 2000. Nada había que hacer, sólo esperar que las hojas del calendario llegasen al temido año.

Transcurrían los días del mil novecientos ochenta de Nuestro Señor y yo, un niño de seis años, ya era capaz de despuntar mis cualidades de filósofo barato. Un día de esos llegó la noticia de que una pariente un poco lejana había tenido una hija. Todos se alegraban e iban a la clínica a ver a la recienllegada criatura. Para mí –sin embargo–, no había nada de que alegrarse: esos irresponsables padres habían traido al mundo a una persona ¡que sólo viviría 20 años!.

Eso hizo que también me preguntara por qué me habían traido a mí, al fin y al cabo no había mucha diferencia entre morir a los 20 o morir a los 26... pero concluí que ya no tenía sentido preocuparme por ello: mi existencia era un hecho consumado. Pero... ¿por qué la gente seguía teniendo hijos?, ¡si hasta yo sabía que el mundo se acabaría!.

No recuerdo que pasó después de todo eso, cuál fue el día en el que ingenuamente dejé de pensar que el mundo acabaría en el 2000, lo cierto es que pude vivir sin ese tormento la década y pico anterior al fin de siglo. Finalmente, el mundo acabó súbitamente en el maldito año 2000, al menos para mi entrañable abuela Rosa y para mi gran amigo Hernán, y con ellos terminó también parte de mi mundo.

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